jueves, 28 de enero de 2016



Y justo así, su pena menguó y se levantó como la joven y fuerte mujer que era, no la mujer debilitada por las lágrimas encerradas en una caja profundamente dentro de ella. Totalmente consciente, como Ryodan había dicho, de que era imposible detener una emoción. Totalmente consciente de que el precio de no sentir ningún dolor era no sentir ninguna alegría. 
Porque si aquellas lágrimas alguna vez empezaban a caer, ella se ahogaría. 

                             

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