domingo, 1 de noviembre de 2015








Guardaos cuando el día se funde con la oscuridad. Guardaos de las encrucijadas, por donde merodean. Acechan en el crepitar del fuego y viajan fácilmente en las chispas. Guardaos de los espacios sombríos entre rocas, bajo las cosas, los agujeros, cavernas y pozos de todo tipo. Guardaos de los peñascos, los bordes y las orillas del agua, pues esos seres incorpóreos se deslizan por los límites, donde lo de aquí se encuentra con los de allí.
Algunos son de una terrible belleza gélida. Casi todos se moldean a capricho. Suelen reclamar atención. Sobre todo no los provoques, pues gozan causando mucho daño y son extremadamente peligrosos. Son ladrones de la magia, incansables cazadores, sin sentimientos y sin alma.

Fijaos bien en lo que digo: guardaos de los repiques y, en caso de necesidad extrema, dibujad tres veces en la tierra árida, con arena, sal y sangre una Gracia fatal.

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