sábado, 2 de agosto de 2014

Panteras






Pero ella no había muerto.
No. Ni hablar.
Sus lágrimas se perdieron en la almohada. ¡Estaba tan harta de llorar!
No había muerto, solo estaba lamiéndose las heridas.
Tal vez, algún día tendría las fuerzas suficientes para regresar a su tierra y poner a todos en su lugar.
Pero cuando lo hiciera, ya no sentiría amor ni pena; solo deseos de venganza. Y una mujer vengativa era mucho peor que un hombre furioso.

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